La protesta social en Chile
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La protesta social en Chile

No cabe duda que todos los chilenos quedamos, al inicio, literalmente atónitos y perplejos con las dimensiones que la protesta ha alcanzado en Chile desde que estalló el 18 de octubre. En la superficie tal parece que uno de los percutores fueron las torpes declaraciones del gobierno de Piñera frente al alza de boletos del metro, como que ‘había que levantarse más temprano’ para no pagar la hora punta ( el alza fue en este tramo)o que algunos productos habían bajado de precio, como las flores!.

Lo cierto es que lo que incendió la mecha fue una manifestación importante de escolares que llamaron a la ‘evasión’ y a irrumpir en el metro sin pagar. Esta protesta local de escolares en el centro de la capital fue así el detonante de la apertura de las exclusas sociales para que millones de chilenos salieran a las calles a protestar con ollas en ristre y una cuchara de palo haciendo el mayor ruido posible que en los hechos, en pocas horas, cubrió a todo Chile. ¿Qué ocurría en el país? Que se verificaba esta verdadera insurrección social que ha reunido a familias, niños, gente mayor, jóvenes, mujeres de amplios estratos sociales.

Hace años que en Chile se venían incubando distintas protestas como la masiva protesta universitaria de 2011 por una educación gratuita para todos o como la ocurrida 2006 con los estudiantes secundarios por una educación decente. También, más reciente, el movimiento que logró amplia convocatoria en contra de los fondos privados de pensiones ( No+AFP). Es decir, existía un complejo caldo de cultivo y una furia social contenida que ahora se expresa abierta y masivamente: las pensiones miserables de los mayores; sueldos mínimos escasos; una salud para pobres y otra para ricos- ese 30% que tiene seguros privados; un transporte público caro y de mala calidad y también la rabia de los abusos de entes públicos y privados. Casos flagrantes de corrupción en la policía, en las Fuerzas Armadas, en la justicia, colusión entre parlamentarios y los privados para favorecer iniciativas de los poderosos. Así no resulta extraño que las protestas fueran siempre marchas y cacerolas batientes sin ningún liderazgo o pliego de peticiones precisos. La furia y el hartazgo por todas partes que incluye a ‘los políticos’. Solo se ven banderas chilenas y carteles espontáneos que denuncian agravios e injusticias.

La paradoja es que, en efecto, en Chile ha existido una interesante movilidad social y se ha reducido exponencialmente la pobreza más dura ( de un 30% a un 9%)pero se ha mantenido y acrecentado la desigualdad social con un Gini que bordea un 0.50. El ingreso promedio de Chile rodea los 400 mil ( US 550) y el sueldo mínimo es de 300 mil pesos ( US 410) y las pensiones alcanzan los 150 mil (US 206). Así las familias que han engrosado una cierta clase media por una formación profesional o técnica se mantienen perpetuamente endeudadas y con el temor de no caer enfermos porque también los seguros privados tienen copagos y argucias para hacer de la salud un bien de consumo más.

Han existido distintas interpretaciones de la protesta tanto de intelectuales como de políticos de diversas tendencias. Algunos han señalado ( Peña) que más bien se trata de una manifestación de una nueva generación más adocenada y ‘contenta’ y que se entiende como parte de la modernidad capitalista. Se trataría de las asincronías y malestares propios de una sociedad individualista y mas ocupada de los derechos que de los deberes. Para otros ( G. Salazar) estos movimientos sociales ponen al desnudo una histórica y ancestral distancia del ‘pueblo’ con las elites que temprano en los albores de Chile les quitó o despojó de su capacidad de deliberación genuina. Así como otros perciben el fin de un ciclo histórico (M.A. Garretón) dominado por un modelo neoliberal que ahora debe refundar un nuevo pacto político y social.

En las elites políticas de centro izquierda se percibe bastante perplejidad. En lo grueso se plantea establecer un nuevo pacto social y luego un plebiscito para sentar las bases de una asamblea constituyente y de un nuevo orden político, económico y social. También se sostiene como medida inmediata acusar constitucionalmente al Presidente Piñera por el mal manejo de la situación y las violaciones a los derechos humanos que ciertamente han ocurrido.

El gobierno como lo han indicado amplios sectores ciudadanos llegó tarde y mal a la avalancha de protestas. Primero intentó criminalizarla aludiendo a que el país ‘estaba en guerra’ mostrándose el primer mandatario rodeado de militares. Luego pidió perdón por los agravios a los chilenos y presento una check list modesta que se preparó con los raspados del presupuesto: una leve subida de los salarios mínimos, seguro catastrófico en salud para personas mayores,congelamiento de la tarifa del metro,incremento de la pensión básica solidaria,una cobertura algo mayor en remedios, reducción de los ingresos de los parlamentarios, sala cuna o guarderías universales. Es decir un tímido avance para intentar aplacar los descontentos que se siguen prolongando todos los días. También el mandatario hizo un cambio de gabinete poniendo a gente más joven-sub-50 que retóricamente ha planteado un tono más dialogante y ‘unitario’.

Es complejo en la hora actual establecer un pronóstico de lo que en definitiva puede ser una salida probable de la avalancha social. Una de las preguntas es cómo se puede articular y representar a millones de chilenos hastiados de la política actual y sin liderazgos reconocidos. Un amplio espectro de dirigentes locales e intermedios han efectuado un sinnúmero de cabildos para escuchar a las personas y así sistematizar demandas y aspiraciones. Mientras los partidos intentan expresar y conducir a los ciudadanos. Sin embargo, tal parece que la desconexión de la elite política con el chileno común la lleva a propuestas maximalistas y poco razonables para el Chile actual. Me arriesgo a plantear que el objetivo básico debiera ser la construcción de un pacto social que implique una sería y radical redistribución de ingresos ( en Chile tenemos un 20% de impuestos y en la OCDE en torno a un 34%). Ello puede allegar recursos para un arreglo social y político duradero al estilo socialdemócrata que mejore ostensiblemente los servicios sociales, el salario mínimo,las pensiones, el transporte.

Lo señalado se ‘topa’ con los intereses conservadores y atávicos de la clase empresarial chilena.El desafío estriba en desmontar políticamente tales intereses que son parte estructural e intocada de nuestros empresarios que por cierto incluyen a una parte sustantiva de la elite política hoy en el gobierno. No es un preciosismo académico el debate algo técnico en Chile sobre las conocidas ‘trampas de los países de ingreso medio’. Llega un punto en que un conjunto de países despuntan en su desarrollo económico ( Finlandia, Estonia,Argentina) pero son incapaces de trasponer el umbral para despegar hacia un desarrollo armónico e inclusivo socialmente. Chile ha mostrado un desarrollo económico mediocre en los últimos años y le cabe, en particular, a la clase empresarial invertir en tecnología, salarios, mejorar la fuerza de trabajo y los indicadores sociales. Pero como dijo hace unos días un economista los empresarios todavía se ‘encuentran muy cómodos’ para hacerlo. Espero estar muy equivocado pero soy algo pesimista de que esto ocurra. Talvez la furia de millones de chilenos sea, al final, un mero canto de cisne.

Autor Paulo Hidalgo

noviembre 3, 2019
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